Casualidades. Parte 3ª

La roca hacía fuerza para volver a su sitio y tuve que poner la otra mano para mantenerla hundida. - ¡Alejaos, aguantaré hasta que lo hagáis! - La roca cada vez hacia más fuerza para salir y no sabíamos que ocurriría si se terminaba de activar. Yo me encontraba aún tumbado en el suelo y ahora apoyando todo mi peso sobre ella. - ¡Marchaos! - El fotógrafo no lo pensó dos veces y subió varios metros por el pasadizo. Mi socio estaba preocupado. - Me quedo, haré fuerza contigo -. Quiso poner sus manos también en la roca, pero le eché. - ¿Vamos a estar los dos aquí hasta que nos venza la roca o el cansancio ? Por favor aléjate. Intenta buscar ayuda -. Mi socio se fue caminando hacía atrás y sin quitarme la vista de encima. En su expresión se notaba preocupación por mi, pero en el fondo se que estaba aliviado. - ¡Un poco más lejos, voy a soltar! - Ya sudaba por el calor que hacia allí dentro, pero las gotas se tornaron ríos que caían de mi frente a mis manos. Cerré los ojos y relajé los brazos. Durante los dos primeros segundos no noté nada y los abrí. La roca subía lentamente y salí lo más rápido que pudo hacia la posición de mis compañeros. Cuando la roca volvió a su posición se detuvo, pero nada ocurrió. No nos atrevíamos a acercarnos y además la linterna de mi socio empezó a fallar. Menos mal que de nuevo el azar jugó a nuestro favor. Justo antes de salir compré pilas y con las prisas no las metí en la mochila. Las tenía en un bolsillo de mi chaleco junto a varias chocolatinas. Nos quedamos en la misma posición unos minutos comiendo los dulces, más bien lamiendo el chocolate de los envoltorios. El fotógrafo fue el primero en reaccionar. - Me acercaré un poco -. Arrastraba los pies con cuidado y movía su cabeza de un lado al otro, alerta. - ¡Sale luz de la grieta! - El oscuro hueco que quedó en la primera trampa ahora estaba iluminado. Fuimos tras de él para saciar nuestra curiosidad. Asomamos a la vez las cabezas por el pozo y nos quedamos alucinados. La luz era blanca y sin duda alguna no era natural, parecía más bien de unas bombillas fluorescentes. Las luces revelaron una escalerilla vertical grabada en la roca. Teníamos dos opciones; O saltar los apenas dos metros de largo que nos separaba la otra orilla del pozo o descender por la escalerilla y averiguar a donde conducía. Tenía su riesgo saltar puesto que la roca resbaladiza no garantizaba una caída ni salto correctos, tampoco que llegáramos al otro lado. La segunda opción también peligrosa, ya que la escalera estaba bastante bien definida, pero seguíamos si ver el fondo del abismo aún alumbrando con las linternas. No dio tiempo a tomar una decisión cuando el fotógrafo empezó a descender por la escalera. No dijimos nada ya que esa luz artificial, aunque no sabíamos su procedencia, era un signo de civilización y nuestra posible salvación. Simplemente iluminamos su camino y esperamos en silencio. Cuando llegó a la altura de las luces empezó a emitir onomatopeyas de asombro y no dijo nada coherente hasta unos segundos después. - ¡Tenéis que bajar, esto es increíble! - Nos apresuramos en hacerlo, primero bajó mi socio que reaccionó de la misma manera y olvidó que tenía que iluminar mi camino de bajada, unos segundos después se acordó. Nada más bajarme de la escalera había una pequeña terraza y una puerta metálica con dos ventanas rectangulares una a cada lado por las que se podía ver grandes paneles electrónicos, ordenadores, teléfonos, etc. Parecía un laboratorio o una sala de lanzamiento de un cohete, eso fue lo que me pareció a primera vista. La puerta se encontraba cerrada y a través de las ventanas no veíamos a nadie. Parece que entramos por la salida de emergencia. Aunque no podíamos acceder de momento, ya nos veíamos salvados y empezamos a hacer gestos de euforia después de habernos visto sepultados. Primero decidimos esperar a que alguien entrara en la sala para pedirle ayuda, pero minutos pasaban sin que nadie apareciera por allí. Había una puerta al fondo de la sala de la cual no quitábamos la vista de encima y que tenía una luz roja sobre ella. Me acerqué de nuevo a la puerta y volví a examinarla. No tenía cerradura ni manilla por este lado, estaba claro que no pensaban entrar por este lado. Empecé a sondear la roca en la que estaba incrustada buscando algún dispositivo parecido a los que nos encontramos en el pasadizo, pero no había nada. La empujé y no se movía, la golpeé y una sirena empezó a sonar. A los poco segundos la luz blanca de los fluorescentes se volvió roja y otros segundos después la que se encontraba sobre la puerta se puso verde. Nos quedamos los tres mirando hacia ella, esperando que por fin alguien saliera por ella y nos sacara de allí. La manilla se movió y la puerta se abrió lentamente. Lo primero que vimos fue un arma, una especie de fusil y lo siguiente nos dejó con la boca abierta. Nos agachamos bajo la ventana y nos miramos sin saber como reaccionar. Esa visión perturbadora nos sacó la euforia y nos llenó de incertidumbre y asombro.

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