Bolras Cap. 26º

1. Al recuperar la movilidad Virgy cayó al suelo retorciéndose de dolor. Doly se acerco a nosotros. - Está muy grave me la llevaré conmigo. La volverás a ver, cumple con tu misión – Desaparecieron. No me hacía falta que me dijera que debía hacer, yo ya sabía que tenía que liberar Goday, pero mi misión personal, la que ardía en mis entrañas, era matar al Rey. Nunca deseé la muerte de nadie, ni si quiera una maldad, pero después de lo que vieron mis ojos y de perder a mi Virgy durante tiempo indefinido, estallé. Todo el pueblo lloraba las pérdidas desconsoladamente. Aquel magnífico lugar que habíamos creado con nuestras manos y con el amor entre hermanos había sido destruido casi en su totalidad. Me senté vencido por la rabia y el cansancio. Observé durante varios minutos la escena de cuerpos desmembrados, rocas esparcidas y gestos de dolor y de odio. Caminé despacio por entre mis paisanos y me metí en la cantina que era de los pocos edificios que quedaban en pie. Me senté en la última mesa y me eché a llorar. No me acordaba de mis nuevos poderes y pocos segundos después mis compañeros del consejo vinieron a consolarme. Korde agarró mi cabeza y la puso sobre su pecho. - Tranquilo hermano de esta también saldremos. - Me levanté y grité. - ¡ Esto no puede quedar así ! - Estuvimos planificando con frialdad lo que debíamos hacer y decidimos que ya era hora de buscar la implicación del resto de ciudadanos de Goday. Haríamos grupos con los pocos hombres que quedaban. Sefy y Lica a Aguas de Goday, Jolu y Korde hacia Llanera, Lydi y Miry a riachuelo e Iván con sus hombres a tomar Perímera y sellar el paso este. Yo y el resto nos quedaríamos a intentar reorganizar el poblado, empezando por enterrar a nuestros muertos, tuve que poner objeciones y convencer a mis compañeros para que no dieran de comer los cuerpos de los soldados a los animales, serían enterrados también, en las fosas comunes que ya estaban repletas de ellos. Mis compañeros partieron y mientras los médicos se encargaban de los heridos el resto nos pusimos con la tarea de limpiar el poblado para evitar cualquier epidemia. Quedaban pocas personas con fuerzas y capacidad para mover los cadáveres, pero en las siguientes horas en un goteo continuo empezaron a llegar hombres y mujeres de los poblados cercanos con animo de ayudar. También vinieron representantes de las comunidades, venían refugiados entre ellos para que los espías de el rey no supieran de la determinación de los habitantes de Goday por conseguir la libertad. Con ellos regresaron mis compañeros y después de organizar la limpieza improvisamos un pequeño congreso, el primer congreso de Goday, donde teníamos intención de debatir los posibles caminos para liberar todo el territorio. Animados por la victoria y por el olor a sangre que inundaba todo con su siniestra fragancia, dimos comienzo a nuestro futuro. Teniendo en cuenta que el rey seguía con sus conflictos en el norte, sabíamos que los soldados de los que disponía en Goday eran pocos y la mayoría paisanos, así que pensamos organizar una revolución ciudadana. De momento solo contábamos con las poblaciones cercanas y con las noticias que nos llegaran de Iván. El cierre del paso este nos daría la posibilidad de avanzar sin que nuestra retaguardia peligrara y podríamos centrar la defensa en los tres puentes del río. Estos motines contra los alcaldes reales tendría que ir apoyados por emisarios nuestros que se limitarían a contar los logros de Bolras y el resto de poblaciones para no ser ajusticiados, las ansias de libertad harían el resto. Se determinó Bolras como centro de mando y a pesar de que nosotros no queríamos un único líder, los hermanos de las otras poblaciones nos aconsejaron que hubiera una cabeza visible a la que el pueblo pudiera seguir. Sería yo quien pondría nombre a nuestro objetivo. Se enviarían trabajadores para la reconstrucción de Bolras, además de animales y todo tipo de víveres hasta que recuperara la autonomía. También determinamos que necesitaríamos empezar a organizar un ejército, para ello tenía a mis compañeros que ya demostraron su valía en batalla con creces. Las ciudades serían autónomas, pero tendrían que garantizar la convivencia y solidaridad entre ellas. Habría un congreso cada poco tiempo para aclarar cuestiones y conflictos o para exponer propuestas y proyectos. De hecho la siguiente reunión ya la fijamos para dentro de una semana con los resultados de las revueltas. Con la voluntad de seguir atando cabos en las siguientes reuniones nos despedimos de los representantes. Sobre todo hubo fuertes apretones de manos y miradas convencidas de lo que íbamos a hacer. Uno de los médicos me recordó que debíamos amputar mi mano izquierda. - Atiende a los demás primero, esto ya está muerto. - No negaré que la responsabilidad era grande, pero quería asumirla y llevar a cabo mi misión. Fui a dar un paseo junto al lago a reflexionar, la luna ya se reflejaba en el agua y se había levantado una leve brisa. Noté una energía especial junto al moribundo árbol de Bolras y un destello en mi cabeza. Alexauron – Todo irá bien si confías en tu destino – Caminé entonces hacia el árbol caído con cautela. Las ramas rozaban el suelo creando una cortina cuyas hojas brillaban con los reflejos de la luna y el movimiento del viento. Las aparté con cuidado y vi una mujer desnuda entre las hojas secas como si hubiera caído de sus ramas al volcarse. Estaba inconsciente y ensangrentada, su piel emitía un brillo adamantino muy extraño. Una mirada más profunda me dejó apreciar que en realidad no era humana. Me limité a cubrir su desnudez con mi capa sin tocarla e inmediatamente hice un llamamiento a los magos. No me atreví a acercarme más aunque no pude evitar quedarme absorto mirando su belleza. Vi un rasgos identificativos en ella, sus orejas largas puntiagudas, su delgadez, su pelo infinito y translúcido y su cutis blanquecino me hacían recordar historias de los antiguos pobladores de estas tierras, mucho antes de que llegara el hombre. Necesitaba la confirmación de Alexauron, pero estaba casi convencido de que era una elfa. Aunque algo en mi interior me decía que era algo más.

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