La piara

Para Azucena Hernán.------------- Cuando paró en aquel restaurante de aquella gasolinera, en aquella carretera oscura y sin apenas trafico, le pregunto al camarero como llegar a su destino. Este en vez de responder le preguntó que llevaba en el camión. “Una piara de cerdos”, respondió, a lo que el camarero dijo, “Para darles de comer”. Le miro extrañado, y el camarero siguió con sus tareas sin haberle respondido. “Perdone, ¿Me podría indicar?. Se dio la vuelta despacio y le miró inexpresivo. “En un par de kilómetros esta la salida, es un camino a la derecha”. Sopló el café, con las dudas que esta pequeña conversación le habían suscitado. “¿A quien alimentan con los cerdos?”. Levantó la mirada que tenia fija y distraída en el periódico deportivo y sonrió con media boca. “A los otros animales”. Otra duda más, y ya algo de inquietud. “¿Pero en esa dirección no hay un matadero?” Uso el otro lado de la boca y le regalo una amplia sonrisa, mostrando sus dientes amarillos sobre su tez blanquecina y sus ojos marrones. “Es una especie de zoo”. Respiró aliviado, el ambiente oscuro y tétrico de aquel bar y aquella carretera le hizo sentir un poco de miedo. Sopló de nuevo el café para terminarlo y se levanto dirigiéndose a su camión, cuanto antes regresara a casa mejor. Subió a la cabina, encendió el motor y esperó a que el habitáculo se calentara. En el proceso volvieron a entrarle dudas, pero ahora curiosidad. “¿Vivos? Seguramente sea una granja o un cebadero y el camarero solo me quería gastar una broma”. Comenzó a afrontar el poco trecho que le quedaba por esa tenebrosa carretera. Pasados unos dos kilómetros encontró un camino estrecho, para un solo vehículo, con su camión tendría que emplearse a fondo para no caer en los canales que lo bordeaban o para no golpear contra algún árbol. Tuvo que maniobrar varias veces para poder meter la totalidad del camión por el camino. Al fondo sobre una colina se podía ver la torre principal de un gran caserón antiguo, que sumado a la frondosidad del bosque y a la tibia luz que traía la luna, le hacia recordar más de una película de terror. "Venga hago la entrega y me voy". Lo que no le cuadraba en todo esto es la hora a la que su jefe le dijo que los llevara, si hubiera salido mas temprano habría llegado antes del ocaso, y ahora casi sin luz y en este inhóspito lugar, seria mas difícil descargar. Iba muy despacio, distraído con las ramas, rocas y huecos. Una sacudida fuerte a la izquierda le hizo golpear la cabeza con la ventanilla. Por no dañar a los cerdos con una enorme rama que sobresalía, metió la rueda en un canal, de los que evacuan el agua cuando llueve mucho. Se echo la mano a la cabeza por el dolor hacia el golpe, y sumo la otra al ver lo ocurrido. "No puede ser verdad". Pensó que cuantas más ganas tienes de terminar, peor sale todo. Antes de bajar, se puso su gorro de lana y la capucha del abrigo encima y calentó las manos con la calefacción. Era otoño, pero en esa época del año en las montañas ya hacia mucho frío. Bajó y cerró la puerta rápido para que no se fuera nada de calor de la cabina, ya que apago el motor mientras preparaba una rampa para la rueda. Cogió de la caja exterior una linterna y una pequeña hacha para cortar algunas ramas. Miro hacia el remolque y estaba bien, la carga no sufrió daños, si hubiera metido una rueda de este, los cerdos se hubieran aplastado los unos contra los otros. Resopló, "Hubo suerte". Empezaba a pensar que era una prueba que le ponía su jefe para ver como se apañaba y se sintió defraudado. Con rabia cogió su móvil y marco el teléfono de la empresa. “Sin cobertura, lo que faltaba. Ya hablaré con el cuando regrese.” Empezó a recoger las ramas que había ya caídas a los lados del camino y unas cuantas rocas de buen tamaño para que hicieran de base a las maderas. Cuando se acercaba a la cabina vio una silueta subir andando entre las sombras. Iluminó la figura para reconocerla con su pequeña linterna y volvió a sacar la pequeña hacha de su bolsillo del abrigo. Distinguió la extraña e inconfundible silueta del camarero. Era alto y delgado, andaba encorvado haciendo que sus largos brazos con sus amplias manos le llegaran casi hasta la rodilla. Le recordó de nuevo a una película pero esta vez si conocía el titulo, bajo la linterna y guardó el hacha. No subió a la cabina, esperó pacientemente a que se acercara. “Voy por ayuda”. Pasó sin detenerse, sin mirarle, solo dijo eso al llegar a su altura. Él se subió en la cabina y arrancó el motor. La actitud de este hombre le había enfadado más aún, “Ni me ha mirado”. Puso la primera marcha y apretó el acelerador. Cuando la rueda estaba casi a salvo, las rocas que protegían las maderas del peso se corrieron, y las ramas quebraron. Golpeó varias veces el volante desesperado por la situación. Apoyo la cabeza sobre él y maldijo durante un par de minutos hasta que el sonido de un vehículo acercarse le sacó de su trance de rabia incontrolada. Levanto la cabeza y vio unos focos que se balanceaban con los baches del camino y que a destellos le cegaban. Era un tractor, no cabía duda. Bajó y espero de nuevo a que llegara aquel extraño hombre. Al llegar a su altura dio la vuelta al tractor con una pericia envidiable, claramente estaba acostumbrado a la estrechez del camino. Le lanzó una cadena a los pies, sin decir nada y se quedo esperando la señal para tirar dándole la espalda. Él se quedo unos segundos mirándole y moviendo la cabeza de un lado a otro. “Menudo carácter”. Enganchó la cadena y subió a la cabina, tocó la bocina y el tractor empezó a tirar. Apretó de nuevo el acelerador y la rueda salio del canal a la primera. Bajó para desenganchar la cadena, y el camarero emprendió camino arrastrándola y sin mirar atrás. De nuevo se quedó unos segundos mirándole de nuevo, pensando que era la persona menos sociable que había conocido. Avanzó lo que quedaba de camino y llegó a una explanada frente a la entrada del caserón. Era como se imaginaba, la torre principal estaba custodiada por otras dos mas pequeñas y un gran porche cubierto, cuyo techo estaba sujeto por pilares de madera sin pulir ni tallar. Bajo él, varias personas con diferentes figuras y caras, todos pálidos y desgarbados. Quietos observando mientras terminaba de aparcar el camión. Bajó la ventanilla y sacó la cabeza,”¡Donde los descargo!”. Uno de ellos, el mas bajito se acerco con gesto amable.”No se preocupe Adrian, nosotros descargamos. Tómese un descanso”. Seguramente mi jefe les dijo mi nombre. “¿Lo muevo a algún sitio? “ Dijo antes de bajar a descansar. “No se preocupe señor, nos hacemos cargo”. Todos iban vestidos con monos de trabajo, los típicos azules de cuerpo entero y manga larga, incluso el camarero se estaba poniendo uno sobre su uniforme de camisa y chaleco del restaurante. Dejó el motor encendido y se dirigió al un banco metálico medio oxidado en algunas partes que había en el porche y se sentó. Se cruzo con aquellas extrañas personas que apenas le miraron, pasaron de largo sin responder al saludo que les regaló. A los pocos segundos salió una chica, con el pelo negro y liso sobre sus hombros, los ojos redondos y grandes, de un marrón oscuro que con la leve luz de las tintineantes bombillas parecían amarillos. Destacaban en la ya habitual piel blanquecina de los habitantes de aquel lugar, y le hicieron que los mirara fijamente. Ella se dio cuenta y le sonrió, él agachó la cabeza avergonzado y dio las gracias mientras recogía un a taza de café que esta traía sobre una bandeja. Sopló sobre el liquido humeante y notó que la muchacha seguía allí frente a él. Levantó la mirada y la vio, tan hermosa como en la primera imagen, realmente deslumbrante. Aún sonreía y eso hizo que el también lo hiciera, entonces se marchó. "Parece que hubiera estado esperando mi respuesta". No pasó mucho tiempo cuando el sueño se hizo cargo de él. No pudo resistirlo, fue inapelable. El sueño fue profundo y apacible, pero el despertar fue terrible. Despertó pocas horas después atado a una cruz de metal. Sus manos, sus tobillos y su cuello. Frente a él, el salón de la casa diez o doce hombres pálidos se alimentaban de los cerdos vivos. Los colgaban de un rail que iba unido al techo por unos soportes metálicos en forma de ele. Tenían las patas atadas por pares, lo que hacia que estuvieran al revés. El animal chillaba con fuerza mientras lo devoraban vivo sin ningún escrúpulo. Bebían su sangre y disfrutaban mientras este tuviera sufrimiento. Le entraron nauseas, nunca vio tal desprecio por la vida y por el sufrimiento ajeno. Terror, eso sintió, cuando se dio cuenta de lo que le esperaba. Tiró con fuertes sacudidas de sus brazos y piernas, pero era imposible escapar. Supo su destino, y empezó a llorar. "Eras más valiente cuando me pedías aumento de sueldo". Abrió los humedecidos ojos y vio a su jefe, el que le envió allí. Ya entendía para que. Cuando salió por la puerta posterior a la sangría todos los demás se quedaron quietos y se echaron a un lado. Se acerco a él hasta estar en frente. Acerco su cara hasta que sus narices se tocaron. "Hoy cenas conmigo." Soltó una carcajada de esas, de las de sus películas de terror. Adrian se estremeció por completo y volvió a llorar. Pero esta vez no cerró los ojos y vio a todos secundando la carcajada con risas y jolgorio. Paco, mi jefe, salio por la misma puerta que entró y los pálidos siguieron devorando al cerdo que quedo desangrándose durante la interrupción. Ya no había otro final, y se quedó mirando la orgía de vísceras y horror que le rodeaba. Pero miró a un lado y vio un gesto diferente. Aquella hermosa chica del grandes ojos le miraba con preocupación. Adrian la pidió ayuda con la mirada y ella empezó a caminar hacia él. En ese momento sonó una campanilla, y los pálidos le desataron y le llevaron hasta la puerta por donde salió Paco. La abrieron y le empujaron dentro. Paco se encontraba sentado en un sofá de piel marrón, con los pies encima de una pálida que se encontraba desnuda. "Adrian, que buen empleado fuiste. Hoy es tu día." Ordeno a la chica que se fuera y se puso de pie. Adrian se encontraba aún de rodillas y a pesar de que hacia muchos años que no lo hacia, se puso a rezar. Cuando Paco se encontraba frente a él, dispuesto a cenar, la puerta salió volando y pasó sobre su cabeza. Golpeó de lleno a Paco que salió disparado contra la pared. Entraron sus ojos, que con destreza y agilidad le cogieron del abrigo y le sacaron por la ventana del caserón. Le cogió sobre su hombro y empezó a correr camino abajo hacia la carretera. Al llegar allí le soltó y con un tremendo salto cruzo la carretera y se perdió en el bosque. Segùn su mirada buscaba una pista de donde se hallaba esa mujer notó un destello a su izquierda, se acercaba un vehículo. Detrás suyo escuchaba los pasos y lo gemidos de los pálidos. Se levanto con lo huesos doloridos por el golpe y se posicionó en el centro de la carretera. Empezó a agitar los brazos para hacerse visible y cuando le vieron,la maravilla. El vehículo empezó a soltar al aire luces azules y rojas, y un sonido repetitivo y estridente que él como conductor siempre odió y que en este momento es lo que mas deseaba. Giro su cabeza y vi el camino que subía al caserón totalmente vacío, y mudo. Vencido y de rodillas de nuevo lloraba otra vez. El coche paró a su lado y los amables policías le llevaron a la ciudad. No quiso nunca contar lo que pasó, era tan increíble que le tomarían por loco. Cogió sus ahorros y negoció con Paco su silencio. Se perdió en el campo, donde nadie supiera. En una granja apartada del mundo, con su piara de cerdos y su mujer amada. (Dedicado al azucarillo)

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