Mis momentos

Caminé con los pies descalzos en la arena la arena tibia de la madrugada. La pequeña playa entre dos enormes acantilados y la soledad reinante, conseguían en mi una sensación de seguridad y relajación extraños en mi cotidiana vida de urbanita. Esta noche estuve mirando al cielo, contando estrellas. Se podían ver todas, era emocionante, solo acompañado como ahora por el ruido de las olas que mueren o se estrellan contras las rocas y las conversaciones histéricas de las gaviotas. Aquí en esta pequeña cala, donde ayer recogía conchas y caracolas, donde encontré hermosos pedazos de cuarzo y otro minerales, y donde pasaron las horas sin prisa, pero más aprisa que nunca. Este lugar que durante unos días me ha regalado su paz, y yo no le pague con prisas, me ofrendó con su belleza y yo la contemplé, donde olvidé mis preocupaciones y ella me ayudo siendo ella misma. No pierdo de vista el reloj, en unos minutos saldrá el sol y será mi despedida. Me siento sobre una roca, la única que no era parte de la arena, allí en medio de todo, con su moldeada y suave figura, acariciando las olas que parecía que la esquivaban sin quererla erosionar. Miré al horizonte, los primeros rojos y naranjas asoman. El reflejo de la luna va desapareciendo a medida que estos se van aclarando, acercándose al amarillo. Allí esta, unos segundos mas para poder verle, antes de que mis ojos no puedan más. Bajo la vista y me levanto. Vuelvo por la arena con la luz, parece otro lugar. Llego a las escaleras que me sacan del paraíso y suspiro. Debo centrarme de nuevo en mi vida y agradecer como hago siempre a mi mujer, mis cuatro hijos, mis padres, mis hermanos, mis jefes y compañeros de trabajo y a todos los que durante unos días no supieron de mi, por respetar estos espacios de estar conmigo, que es con el único que no estoy en todo el año. Vuelvo con las pilas cargadas no os defraudaré. (Todos necesitamos nuestros momentos, tenerlos y respetarlos, un saludo.)

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