Con la boca abierta
(Petición de Silvia del Real con las palabras clave desilusión, tristeza y mentira. Espero que te guste, un besote enorme) Esperó con lo ojos cerrados y los oídos abiertos. No escuchó ni un ruido durante horas y se sintió defraudada. Tenía que llegar hoy, siempre lo hacía al regresar de sus viajes. Pasaba por casa antes de ir a la suya y le dedicaba un día entero. No le importaba que tuviera mujer e hijos, le quería y con su día dedicado le bastaba. Se levantó y marcó su teléfono, estaba apagado. Revisó en el ordenador la llegada del avión que le traía, hacía más de tres horas que llegó. No quiso desilusionarse, pero si estaba preocupada. Le llamó, apagado. Se vistió con lo primero que pilló y las llaves del coche.
Mientras conducía intentaba recordar los sitios que él frecuentaba, los que sabía por sus conversaciones ya que nunca salió con él para que no les descubrieran. Después de dar varias vueltas decidió recorrer el camino al aeropuerto, ya poniéndose en lo peor. A lo lejos, en sentido a casa, vio luces de policía y ambulancia, y se le estremeció el cuerpo. Pasó despacio pero no pudo distinguir nada por la cantidad de funcionarios y las luces intermitentes de colores, que en la oscuridad de la noche la cegaban. Aceleró buscando un cambio de sentido, y aceleró también el coche. Cuando dio la vuelta pudo verificarlo, y se sintió aliviada, ninguno de los implicados era él. Volvió a casa habiendo pensado por el camino todas las posibles combinaciones y posibilidades. Volvió a casa desilusionada y triste.
Al llegar notó que la puerta no estaba cerrada con llave y volvió a sonreír, entro a la carrera llamándole, deseando abrazarle y besarle. Y lo único que encontró fue una nota sobre la mesa. “Lo siento cariño pero tuve que irme y nunca volveré. No me tengas rencor no puedo continuar con esto”. Le llamó, apagado. Lloró y le llamó, no hubo respuesta, le entraron ganas de ir a su casa y enfrentarse a su mujer, decirle toda la verdad y vengarse de esa manera por el dolor que le estaba causando, pero se acordó que lo permitía, lo consintió y ahora debía callar. Las semanas pasaron entre la nostalgia, la tristeza y el anhelo. Con las ilusiones rotas. Pero no le reprochaba nada, el siempre le fue con la verdad por delante.
Un día, uno de esos días en los que te quitan las vendas de la cara de un golpe, una amiga común la llamo. “Cris, soy Bea.” “Hola cuanto tiempo, donde te habías metido”. “Estuve en casa......” Se hizo un incomodo silencio, no hacia falta que dijera más. “Cris entiendo que me odies, yo estaba con Pedro en el coche cuando saliste a buscarle. Él sabía que lo harías” Cris estaba muda, helada y otro silencio, algunos segundos. “Hace unos días que se marchó. Le han destinado en otra ciudad.” Cris aún conmocionada por la noticia se despidió de Bea. “Gracias por llamar, creo que ya he oído suficiente”.
Sin entender muy bien lo ocurrido quiso saber. No le costo mucho averiguar la dirección de Pedro y se presentó allí. Cuando llego a aquel lujoso edificio del centro, con su gran portalón de metal negro, con unos enormes cristales protegidos por barrotes dorados, se quedó alucinada. El mármol vestía suelos y paredes, y el techo se perdía en las alturas de aquel precioso y amplio recibidor. Detrás de un mostrador estaba el conserje, que le hizo cerrar la boca cuando vio que la miraba. “Disculpe, ¿El señor Pedro Morán ?” “Bueno señorita, he de decirle que no es usted la primera chica que viene preguntando por él y le diré que con usted van diez”. Cris ahora si que abrió la boca, como un acto reflejo ante tal revelación. Sacudió la cabeza y respondió. “Gracias por la información, ¿Está él aquí?” “No señorita, se marchó con su familia hará dos días”. Cris se apiado de su esposa y pensó que había alguien en esta historia que estaba en peor situación. “¿Son guapos los niños?” “Que yo sepa solo tiene uno y es una niña”. Le había mentido en todo hasta en eso. “Y hacen buena pareja son tal para cual” El conserje soltó varias carcajadas y luego pidió disculpas. Ella le miro extrañada “Si, vamos que hasta se parecen yo les llamo los picapiedra”. “¿Los picapiedra?” El hombre no aguanto y volvió a soltar unas carcajadas que intentaba hacer mudas cerrando la boca y que le hicieron toser. “Disculpe, se lo explico. Los dos son guapos, se conocieron en el gimnasio con lo que está fuertes, altos y elegantes, hasta hablan igual. Lo que me hizo que les llamara así son sus nombres”. Vilma. Cris pensó que pocas mujeres habría con ese nombre, igual no era española. “Si es perfecto. Pedro y Pablo.” El conserje volvió a reír y Cris llevó la boca abierta hasta el coche.
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