Melodía

Caminaba el anochecer por el sendero que bordeaba el bosque, y que le conducía a casa. Según se acercaba al puente que daba entrada a la urbanización, empezó a escuchar una melodía suave, de piano, de la cual no conocía movimiento ni localización. Al llegar al puente notó que el sonido procedía de debajo del mismo, pero por ahí solo pasaba el agua y se inquietó. A pesar de ello se asomó y no había duda, salia de allí. Caminó deprisa hasta el final del puente, sin dejar de mirar hacia adelante. Aceleró más el paso cuando notó que la música cambió su situación, y ahora provenía de lo alto del puente. No lo pudo evitar, volvió la cabeza, pero nada, el puente de piedra vacío. Antes no lo podía saber, su vista no llegaba debajo del puente, pero ahora, o su oído le engañaba o era su vista. Se quedó un rato quieto, mirando a un lado y otro, intentando localizar la fuente de aquello, pero solo la brisa hizo que una rama cayera de un sauce cercano golpeando la barandilla y cayendo al río. Produjo un sonido metálico que en el silencio sonó a campana rasgada, mezclándose con la melodía y estremeciendo su cuerpo. Volvió a caminar en dirección a su casa, rápido y con la cabeza gacha. Cerro con un portazo al entrar y apoyó su espalda en la puerta resoplando. Echo los cerrojos y se acomodó, como hace siempre al venir del trabajo. Preparó su leve cena, por la noche no comía mucho, no le sentaba muy bien. Se puso el pijama y encendió la televisión. Hizo la cena, un huevo cocido y un poco de pan, su bebida una cerveza, y una manzana de postre, por que se la recomendó el medico. Ya casi había terminado la cena y olvidado la melodía del puente cuando en una parada de su programa, justo antes de los anuncios, la escucho otra vez. Ahora venía de su jardín, de la parte de atrás donde está la piscina. Se asomó corriendo a la ventana y de nuevo nada, pero el sonido no cesaba. “¡Si es una broma no tiene gracia!” El sonido se detuvo, pero su miedo no. Aunque su grito paró la melodía presentía que alguien le observaba, y una rama cayó de un abedul sobre el columpio de hierro que dejaron los antiguos inquilinos, y produjo una campanada rasgada también, pero en diferente tono, mas grave y penetrante, que dejo un pitido en sus oídos al que siguió esa música de nuevo. Convencido de una broma pesada, salió por la puerta y cogió el rastrillo que usaba para recoger las hojas. Lo llevaba en posición de golpear, por encima de su hombro. Dio la vuelta a la casa hasta la piscina y observó. "¡Venga salir de donde esteis!". El silencio era lo que reinaba, y su miedo, solo contenido por su convicción de que era una broma pesada. Dio la vuelta a la piscina buscando el origen de la música, que ahora, venia de todos lados. Se detuvo para que sus pasos no le quitaran precisión a su oído, y de nuevo se estremeció. La melodía brotaba del agua y al mirar se vio, tumbado sobre una cama y rodeado de tristeza. Levantó la cabeza asustado por la visión, y una enorme rama de pino le golpeo la frente lanzándole incosciente a la piscina. Era él, alrededor su gente querida llorando y rememorando. Invocando momentos felices pasados juntos, con esa maldita musiquita de fondo de la banda sonora de aquel aburrido tanatorio. (Tema solicitado por Javier Pascual)

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