Méritos

Sintió una mano acariciándole la espalda, fue lo que le despertó. El día anterior estuvo de celebración en casa de un amigo, y su borrachera aún latente aunque agonizante le tenía mareado. Sin abrir los ojos recordó una hermosa muchacha con la que mantuvo varias conversaciones agradables y un par de miradas cómplices. Abrió los ojos en su posición boca abajo y vio ropa interior femenina mezclada con la suya. Sonrió y luego se lamentó de no recordar nada. Se dio la vuelta pero no vio a nadie, escucho la ducha encendida y vio salir vapor de agua por la puerta entre abierta. Se levantó sigilosamente para ver quién era, quien se encontraba allí, pero antes de que llegara la puerta se cerró y pocos segundos después empezó a salir música a volumen alto de la radio que tenía allí. “Hola, ¡Hola! ¿Hola?” Nadie respondió. Al levantarse una racha de fuertes pinchazos de dolor le machacaban la nuca. Se dirigió a la cocina y abrió la nevera buscando algo para el dolor de cabeza. Vio una lata de cerveza a medias que dejó ayer y se la bebió de un trago. Echo una rápida mirada al interior y se dio cuenta que no tenía nada que ofrecerle de desayuno a su misteriosa compañera de sabanas. Corrió a la habitación, se puso un chándal y unas zapatillas y salió a la calle. A dos manzanas de su casa estaba el churrero, caminó deprisa, tardaba menos andando que teniendo que sacar el coche del garaje, si es que se encontraba allí pues no recordaba donde lo aparcó. Al llegar no había mucha cola, pero tuvo que esperar a que saliera otra remesa de churros. Una docena y medio litro de chocolate calentito. La cerveza ya hizo efecto y el dolor le desapareció, aunque su borrachera cobró vida. Mientras regresaba vio una mujer salir del portal y meterse directamente en un taxi que se perdió entre el tráfico. Cuando llegó a su apartamento silencio, la ropa interior de mujer había desaparecido, en el baño solo paredes y espejo estaban empañados. Aquella mujer que salió con el taxi, ¿Sería ella?. La figura que pudo ver a lo lejos no le era familiar, era esbelta y alta, el pelo largo y rizado, no tenía casi nada que ver con la chica de la fiesta, de la cual no recordaba ni el nombre, solo tenía vagos recuerdos difuminados por la marihuana y la ginebra. Encendió la tele en el salón, e intento relajarse desayunando solo el chocolate y los churros. Pero no le puso atención, hacia esfuerzos para capturar recuerdos de lo ocurrido. El desconocimiento le produjo una ligera angustia que se mezclaba con su orgullo masculino hinchado por su conquista. Terminó su desayuno y al llegar a la cocina vio una nota sobre la encimera que decía: “Imaginaba que no iba en serio, pero no que te fueras corriendo.” No había firma ni nombre, ninguna referencia más que una letra cursiva y redondeada. Dobló la nota y le metió en su cartera, era la única pista que tenía y él nunca dijo que no fuera en serio. Hacía años que no se le conocía pareja medio formal, pero él si tenía ganas de asentar la cabeza a sus más de treinta años, quería encontrar a esa mujer e invitarle a una cena y conocerse mejor. Llamó a su amigo, al de la fiesta y no le pudo decir nada, mucho antes de que él se fuera se echó a dormir. Intento hablar con todos los que esa noche estuvieron y disponía de sus teléfonos, pero no saco nada en claro. Era medio día y hace un rato que terminó de desayunar, se tumbó en el sofá y se quedó viendo la tele hasta que le entraran ganas de hacer algo. A los poco minutos se volvió a dormir. Se despertó llegando la media noche, con un hambre de lobo y la boca totalmente seca. Ceno una lata de pasta, de las de en diez minutos y preparó la ropa para darse una ducha. Se levantó sin preocupación sobre la misteriosa chica, pero al entrar en la ducha vio algunos pelos largos y rizados de color rojizo, como la que salió por la mañana de su portal. Otra vez a pensar e intentar visualizar algo de lo pasado. Se puso su pijama y entro en la cama. Se volvió sobre en el lado que estuvo ella y olisqueó en busca de una pista más, otra señal que le ayudara a desentrañar el misterio. Un leve aroma de un perfume que le resultaba familiar, pero que no era capaz de ubicar. Puso el despertador y apago las luces, mañana es lunes y hay que trabajar. Despertó antes, así lo tenía preparado ya que no verificó si su coche se encontraba en el garaje, pero tuvo suerte, allí estaba. Llegó al trabajo tranquilo y relajado, deseando hablar con los compañeros que estuvieron en la fiesta. Notó miradas extrañas y alguna que otra risa. Relaciono aquello con su misteriosa acompañante, pero no se atrevió a preguntar el porqué. Llego a su puesto y allí estaba su amigo, el anfitrión, le recibió con una amplia sonrisa. “Que pasa galán”. Los de alrededor rieron y se sonrieron, “Me tienes que decir como lo hiciste”. Más extrañado que antes, pero respondiendo con una sonrisa dijo. “Me hablas de la fiesta, ¿No?” “Si claro (risas) menudo crack” En ese momento entro una chica de recursos humanos. “¿José Manuel?”. Preguntó. “Si soy yo.” Levanto la mano y la señorita se acercó a su mesa con una carpeta en la mano. Sacó unos papeles y le pidió que los leyera. Era el traslado que tanto deseaba y que tantos otros también. Lo firmó casi sin pensar, le suponía además una subida de puesto y por ende de sueldo. Empezó a recoger sus cosas, mientras sus amigos le felicitaban, aunque vio como otros le miraban con odio y cuchicheaban. “Estarán rabiosos por mi ascenso, estaba claro que mis informes eran mejores, me lo merecía más.” “Si te lo has merecido amigo. (risas)” En el ascensor que le llevaba a su puesto seis plantas más arriba, pensó en la responsabilidad de aquel trabajo. Estaría codo con codo con los jefes, muy cerca de la toma de decisiones y lo hizo sin pelotear ni arrastrarse, por su mérito. Estaba emocionado cuando se abrió el ascensor y entró por primera vez en su nuevo departamento. Ya tenía asignada la oficina y fue directo hasta ella, repartiendo saludos y sonrisas a todo el que se cruzaba. Era pequeña pero acogedora, coloco sus cosas y ajusto su silla. Se reclino todo lo atrás que pudo y apoyó los pies sobre la mesa. “Tengo que ir a presentarme a los jefes y que me empiecen a dar tarea.” Preguntó a un compañero donde se encontraba el despecho del responsable del departamento. Llamó a la puerta y se abrió pestillo con un dispositivo remoto, como los portales. Al abrir la puerta lo primero fue el olor a perfume y al mirar hacia el despacho vio una hermosa mujer, una autentica diosa de pelo largo, rojizo y rizada. Fue hacia el sin pensarlo, le tiró sobre el sofá y le quito uno a uno los botones de la camisa. “Pues sí que hice méritos”.

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