Rarezas

(Petición de Eduardo Parra con las palabras clave, coprofagia, taxidermia y tragabolas. Vaya temita para escribir jajaja un saludo Edu) Paseaba como casi cada domingo por el mercadillo del pueblo. Había todo tipo de puestos en los que vendían gran variedad de cosas. Me encantaba sobretodo la zona donde exponían las de segunda mano. Entre todos esos puestos había uno que llamaba la atención por lo inquietante y misterioso de su tendero y por los productos que vendía. Tenía la barba larga y grisácea los ojos hundidos tras sus gafas de pasta marrón y gruesos cristales. Vendía todo tipo de artículos relacionados con el misterio y lo oculto. Sobretodo llamaba la atención por los animales disecados que exponía. Alguna vez hablé con él y me comentó que no todos estaban en venta, que algunos eran sus amigos fallecidos-. Entre los que no vendía había un loro, un lirón y tres conejos de diferentes colores y tamaños. Estaba claro que le gustaban mucho los conejos y me comentó también que tenía un par de parejas con las que criaba para comer y que algunos los vendía como mascota. Los animales que tenía allí se los traía la gente que ya conocía de su afición por la taxidermia, si bien el era médico especialista en nutrición ya jubilado. Con el tiempo y mis continuos paseos, pasamos del saludo a la conversación y de ahí a una especie de amistad sustentada en mi insaciable curiosidad. Yo le llamaba el tragabolas, siempre andaba metiendo su mano en el bolsillo y comiendo una especie de cacahuetes recubiertos, era casi compulsivo, como yo con el tabaco. Un día, ya terminando mi paseo, me paré a charlar con él sobre una güija antigua de madera y unos grabados sobre brujas y aquelarres. Me comentó que su difunta mujer le gustaba mucho ese tema y tenía muchas cosas acumuladas en casa. No necesitaba todo eso para recordarla y aunque tampoco precisaba más ingresos venía al mercadillo para estar distraído y pasar el rato. Le ayudé a recoger el tenderete en su pequeña furgoneta cuando la policía vino a avisar. Mientras lo hacíamos seguimos hablando sobre creencias y misterios. Fuimos a tomar una cerveza a un bar para continuar con la interesante conversación, y finalmente me invitó a pasar por su casa algún día, yo acepté. Me imaginaba por el aspecto y por lo que vendía, que viviría en un gran caserón encantado, el típico de las películas de miedo. Cuando llegué nada de eso, era un chalet adosado, mas bien pequeño con un garaje en la entrada y un pequeño jardín detrás. Me abrió con una amplia sonrisa y acompañó al salón. Tomamos algo mientras retomamos la conversación que quedó a medias la última vez y me enseñó la casa. Estaba ordenada y limpia, tenía gran cantidad de libros sujetos por sus animales disecados, pinturas, esculturas y obras de arte de todo tipo. Cuando estaba acabando la velada y con una gran satisfacción por mi parte por cierto, me confesó que tenía que hacer y yo le ofrecí llevarle al centro. Me pidió un momento para alistarse y yo esperé pacientemente que lo hiciera. Pensaba que aunque pareciera un tipo extraño era todo lo contrario. Inteligente, educado y culto, daba realmente gusto conversar con él. No entiendo porqué dicen que es raro y que hace cosas extrañas, a la gente lo que le falta es conocerle, si lo hicieran no pensarían eso. Recordé de repente que tenía que pasar por la casa de mi hermana antes de ir al centro y le busqué para decírselo. Le vi llenando los bolsillos de esas bolas marrones directamente del cacharro de los conejos. “Bueno todos tenemos nuestras rarezas”.

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