Alivio

*(Petición de Nataly con las palabras clave: caucásico, nostalgia y África. A ver que te parece, este es otro que me ha costado sacar. Un beso y otro para el Jhon.) Salió a trabajar temprano como cada día desde hace varios años. Se pasaba la vida de casa al trabajo y viceversa por tener el dinero suficiente para irse a áfrica y montar un negocio turístico. No salía con los amigos apenas, a no ser por un cumpleaños u otra celebración, aunque tampoco encajó nunca muy bien con su entorno. El objetivo era claro y estaba convencido, unos años más y el proyecto echaría a andar. A pesar de su corta edad, poseía gran tenacidad y decisión que le auguraban por lo menos un buen comienzo. Ya tenía vistos unos terrenos muy cerca de un parque natural. Los vehículos para pasear a los turistas y el resto de atracciones también. La mayor parte del terreno estaría sembrado de pequeñas casas prefabricadas haciendo las veces de hostal. Ya estuvo allí y salió tan impresionado que la nostalgia le inundaba cuando hacía memoria de esos momentos. Aquel viaje con sus padres cuando era un adolescente le hizo mella. Estuvieron visitando los poblados y comarcas cercanas a la ciudad donde se alojaban y conoció a gentes sencillas y abiertas como libros. Pensó que podría disfrutar de una vida feliz y tranquila estando allí con ellos, hasta hoy lo sigue haciendo. Vivía en casa de sus padres lo que ayudaba a juntar más aprisa el dinero. Su padre a pesar de ser un importante empresario no le quiso aportar nada más que el alojamiento y la comida. Le repetía una y otra vez que sentiría más satisfacción si lo conseguía con su esfuerzo. Él no aceptaba este discurso redundante, pero lo asumía respetando a sus progenitores y consiguiendo el dinero por su cuenta. Como hijo de empresario, nunca imaginó ir simplemente a buscarse la vida, si hubiera sido así estaría desde el día que juntó para un billete de avión. Él quería ir como jefe, fundando un negocio, una familia y un hogar propios. Llegó al trabajo y al entrar se tropezó y apunto estuvo de golpear su cabeza contra la puerta de cristal de la entrada. Llegaba un poco apurado y se metió corriendo al ascensor para subir a su puesto en la planta doce. El ascensor empezó a bajar hacia el quinto sótano y se lamentó de lo mal que había empezado el día. Cuando llegó por fin en su escritorio diez minutos tarde, vio una nota en su agenda que le recordaba la asistencia a una reunión sobre un posible ascenso. Soltó el maletín en la mesa tirando parte del material de oficina por el suelo y salió corriendo lo más rápido que podía. Llegó a la sala de reuniones donde se estaban haciendo las entrevistas, cuatro plantas más abajo. Cuando iba a llamar a la puerta se abrió y los otros tres aspirantes salieron. Asomó la cabeza y pidió permiso para entrar, que le fue negado. Volvió a su puesto maldiciendo aquel día marcado por la mala suerte. Le estaba esperando su jefa de sección que le sancionó por tener todo desordenado y las cosas tiradas por el suelo. Intentó explicarle lo ocurrido pero hizo caso omiso. La rabia que empezaba sentir era cada vez mayor mientras el ansia por salir de aquella insensible ciudad aumentaba. A la hora de comer fue al restaurante de la empresa donde siempre se sentaba en una esquina solo. “Era de esperar”. La mesa estaba ocupada y al girarse para buscar otra ubicación golpeó a un compañero tirando la sopa y la pasta con tomate sobre su ropa. Era un joven caucásico y de aspecto feroz. Con su enorme y redonda cabeza rapada y varias chapas con símbolos fascistas. Curtido de gimnasio y cicatriz en la ceja. “Discúlpame, que torpe he sido”. Intentó con una servilleta limpiar un poco el pecho del chico. Este agarró su mano con fuerza hasta hacerle daño. “No me toques. Yo si que no voy a ser torpe cuando te rompa la cara”. Otro compañero suyo se puso detrás, con aspecto bastante parecido. Se acercó a la oreja y le dijo: “ Vas a pagar hasta el último céntimo del traje de mi primo”. Un encargado que por allí pasaba puso paz. El resto de la comida se pasó vigilando a estos dos individuos que no le paraban de mirar con cara de asesinos. Supo por otros compañeros que la pareja en cuestión eran hijo y sobrino del jefe. También que si trabajaban allí era por tenerlos alejados de la calle ya que atesoraban gran cantidad de antecedentes por agresión, robo y más delitos. También porque nadie les quería contratar. Se confirmó que no era día para haber salido de casa. Cuando acabó la jornada bajó hasta la recepción del edificio, se asomó por las ventanas y vio como le esperaban. Tenía que ponerse de su lado o todo acabaría mal. Pensó en todo lo que le dijeron el resto de compañeros y supo que por dinero seguro que cederían. Salió decidido tras pasar por el cajero que había en la recepción. Recibió varios puñetazos, pero por lo menos aceptaron el dinero y cedieron. El alivio que sintió después de la reunión con los matones fue mayor que la rabia, el ansia y el miedo de antes. Pasó por urgencias antes de ir a casa a que le cosieran su labio abierto. Pasaron un par de horas cuando el autobús le dejó a una manzana de su casa. Al girar la calle vio luces de policía y ambulancias frente a su casa. Corrió hasta la puerta y fue detenido antes de entrar Le comunicaron la muerte de sus padres a manos de unos asaltantes. “ Otro ataque racista más en la ciudad ”, dijo aquel agente. La fachada estaba llena de pintadas con símbolos nazis y consignas contra la raza negra y sobre la supremacía de los blancos. No solo mataron a palazos a sus padres si no que robaron todo lo que pudieron. Lloró desconsoladamente y mostró su dolor a todo el que se le acercaba. La gente sabía de su desdicha y lo oscuro del suceso hizo que se apiadaran. Pasado un tiempo de la desgracia, vendió todas las posesiones, cogió el dinero que como sucesor le correspondía y montó su negocio más grande aún de lo que tenía planeado. Le puso al hotel el nombre de sus padres como agradecimiento por lo que le habían legado. Tuvo una numerosa familia y un hogar estable. Por las mañanas cuando llega a su lujoso complejo turístico siempre piensa lo bien que invirtió sus ahorros.

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