Bolras Cap.13º

Dormí profundo y solo desperté cuando unas de las niñas, ya casi amaneciendo, se sobresalto por una pesadilla. Virgy se levantó y se tumbó junto a ella. Yo ya me sentí descansado y me levanté. Sin hacer ruido me vestí y salí sigilosamente de la casa. Me levanté con hambre. Lo de tener una familia estaba claro que me había sentado bien. Fui a la cantina a ver si Jun me lo saciaba. Al entrar estaba todo en silencio. Solo sonaban las páginas de un libro cuando las pasaban. “Buenos días Miner”. Ya sabía quién era. Otra de nuestras queridas viudas de los valientes hombres que dieron su vida por Bolras y además una gran amiga. Sabía que era ella porque era de los pocos que leían y más aún, que tenían libros. También sabía que estando Lydia en misión, alguien tendría que ayudar a Jun y la única que trabajó alguna vez sirviendo fue ella. “Vaya, mira a quien tenemos por aquí”. “Déjate de reverencias y dame lo mejor que tengas para comer. Hoy traigo mucho hambre.” Miner se rió: “Para comer lo mejor que tengo me tienes que poner un palacete junto al mar”. Los dos reímos al unisono. “Bueno, yo también te ofrezco lo mejor”. Me miro con cara lujuriosa: “Eso habrá que verlo. ¿No?”. Los dos reímos otra vez y nos abrazamos. Siempre compartimos un sentido del humor ácido y picante, que alguna vez llegó a confundir a más de uno. Era de las personas más alegres y bondadosas de Bolras. “Has tenido suerte Ferny, hace poco que vinieron Sefy, Jolu y los chicos. Aún hay algo caliente.” Entró en la cocina y me sacó un estofado de carne con verduras. Estaría delicioso si no fuera por los trazos de arena que dejaban las zanahorias, pero me gustó. Cuando estaba tomando un licor junto a una agradable y jocosa conversación después de comer, entraron Korde y Tony recién levantados. Miner les dio lo que quedaba del estofado y unas jarras de cerveza y estuvimos de nuevo divagando sobre todas las circunstancias que se iban sumando a nuestra corta historia. La puerta de cantina la se abrió. Entraron Sefy y Jolu con la cara seria y automaticamente nuestros gestos cambiaron. Korde: “¿Que ocurre?”. Tras ellos entró Miry. Nos explicó lo que había visto en la entrada del paso al otro lado de la montaña. “Hay unos cien hombres en la entrada del paso. Deben llevar acampados un par de días. Pude averiguar que estaban a la espera de órdenes. Es infantería bien armada y con armaduras de placa. Es lo único que os puedo decir”. Korde: “Armadura de placas. Se ve que aprendieron del último ataque. Se protegen de nuestras flechas”. Yo serví en el ejército repliqué. “Eso no es lo peor. Si llevan placas es que son parte de los caballeros de élite del rey. Esto va en serio. Son soldados que han sobrevivido en más de diez batallas. Solo ellos pueden llevarla y solo ellos la llevan con agilidad, como tu o yo la malla”. Mi gesto al decir esto era de preocupación y eso provocó más gestos consternados de los allí presentes. Solo uno de nosotros se mostró diferente. Sefy, en vez de preocuparse se puso rabioso. “Me da igual quién venga, en mi casa no entran”. Tony le siguió. “Yo no quiero salir de Bolras si no es muerto”. Korde: “Algo se nos ocurrirá”. Si pensamos en el número de hombres, estábamos bastante igualados. El problema era el calibre de sus armas. No solo llevaban las placas con soltura, si no que al ver la espada que con tanto mimo cuidaba Sefy, nos dimos cuenta de la dimensión del problema. Cien hombres casi invulnerables y con espadas que ni el mejor de nuestros escudos frenaría. Miner. “Las mujeres también sabemos luchar.” Miry. “Somos más del doble que ellos”. Estaba claro que si queríamos sobrevivir tendríamos que luchar todos, hasta el último habitante de Bolras. Hablamos incluso de que hacer con los niños. Los ancianos quedarían a su cuidado en la cueva mientras las mujeres empuñarían las armas también por Bolras. Todos queríamos cumplir nuestro sueño de libertad y preferíamos la muerte a seguir esclavizados por el yugo del reino. Había que seguir con el foso y ahora con más celeridad aún. Pusimos en practica lo ya hablado y los ancianos y minusválidos de guerra o no quedaron al cuidado de los niños y se encargaron de las tareas básicas. Todos los demás habitantes de Bolras trabajarían en las defensas. Los resultados se estaban notando muy rápido. Los del ombligo llegaron a terminar el perímetro antes de medio día y volvieron al principio a ir sacando los montones de tierra y roca que salían de la segunda excavación. Todo este sobrante lo utilizamos ya reparado el muro, en rodear nuestro pequeño cementerio y proteger a nuestros muertos con un rustico muro. Pensábamos que al ver que les protegíamos ellos también lo harían con nosotros. Todo lo que se sumara a nuestra causa y a la moral de la gente sería útil. A lo lejos vimos una nube de polvo que el aire difuminaba hacia el norte. Venia de la dirección de llanera. Claramente por la estela, sabíamos que serían un par de hombres a caballo o uno o dos carros. Resultaron ser Lydia y Silvy que regresaban, antes de tiempo. Venían también con gesto amargo y nos invitaron a reunirnos en el árbol de Bolras. Lydia: “Tuvimos que regresar haciendo noche en Riachuelo. Un ejército de trescientos hombres vienen en camino. Yo no pude hablar con Ivan soy demasiado conocida, pero Silvy si”. Lydia por su trabajo no pasaba desapercibida. Se puso detrás de Silvy y le doy un leve empujón hacia el centro del circulo. Silvy miró hacia los lados: “os voy a trasladar lo que Ivan le ha dicho. Son unos trescientos hombres entre infantería ligera y caballería. Los afines a la libertad de Goday son mas o menos la mitad. Cuando la batalla empiece les reconoceréis porque llevarán un pañuelo verde en el cuello. Lucharán con vosotros. Advierte que traen armas de asedio”. Jolu: “Como que …. ¿Asedio?”. Los espías del rey llegaban muy lejos, ya lo sabíamos, pero no imaginábamos que en Bolras hubiera uno. ¿Como podían saber del muro y el foso sin haberlos terminado? La tensión y la rabia se mascaban en el ambiente. Me levante con una expresión que pocas veces mis amigos vieron. “Va a ser un día muy largo”. (Dedicación especial a Minerva España, por ser como eres.)

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